Joseph Wresinski: un revolucionario urgente para la Guatemala del siglo XXI

Carlos Aldana Mendoza

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Joseph. Wresinski : un révolutionnaire pour le Guatemala du 21e siècle

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Carlos Aldana Mendoza, « Joseph Wresinski: un revolucionario urgente para la Guatemala del siglo XXI », Revue Quart Monde [Online], 243 | 2017/3, Online since 01 October 2017, connection on 19 April 2024. URL : https://www.revue-quartmonde.org/10260

Conmovido por su encuentro con el Movimiento ATD Cuarto Mundo y su fundador, el autor analiza el impacto de la visión revolucionaria de J. Wresinski para la vida concreta y cotidiana, en un contexto de lucha por la justicia. Especialmente sensible al derecho a la educación, lleva la prioridad de los más pobres hasta sus últimas consecuencias, para su país, hacia una vida llena de sentido y ternura para todos.

Quienes hemos conocido el Movimiento ATD Cuarto Mundo hemos descubierto maneras profundas de impacto en la vida real y cotidiana. Hemos aprendido cómo el derecho a la educación, dirigido al gran interés por la vida digna, es vivido, asumido y llevado hasta las últimas consecuencias en los entornos de esfuerzo, de lucha, de vida plena y de ternura en las relaciones. Las mujeres, los hombres y las familias del Cuarto Mundo siempre nos han mostrado ese camino de dignidad claro y humilde, pero firme, que en nuestras sociedades urge asumir e interiorizar.

Detrás de todo esto está el enorme legado del padre Joseph Wresinski. Para descubrirlo con más profundidad es de enorme ayuda acudir al libro que Gilles Anouil escribió a partir de una entrevista con él. Gran parte de su pensamiento, actitud y esfuerzo se reflejan en esa conversación y nos sirve en este humilde aporte para descubrir cómo mucho de su visión es aplicable, o por lo menos urgente de comprender, en una realidad como la guatemalteca.

Un legado para hoy

Si hay algo que es de una enorme fuerza ética al convivir con ATD Cuarto Mundo es el digno protagonismo de las familias de los sectores más excluidos y empobrecidos; sobre todo porque provienen de esas historias que los poderes tratan de invisibilizar o negar. Esta actitud tiene su fundamento en el pensamiento de Joseph Wresinski, quien en las primeras palabras de su intercambio con Anouil acerca del sentido de publicar ese libro plantea un enunciado que marca la tónica de su vida: «De estas familias, las más desfavorecidas, lo he aprendido todo: no tengo derecho a guardármelo para mí. Tengo el deber de transmitirlo a la sociedad para que lo aproveche».

Esta clara posición de respeto y valoración a las familias más pobres es evidente en todo el libro; sobre todo, en la vida del fundador de ATD Cuarto Mundo, y constituye una opción muy concreta que no se pierde en el falso romanticismo que niega la realidad en toda su dureza, pues para Joseph Wresinski no se puede negar que los «pobres son seres minados, consumidos, agotados…Y que sufren hondamente al sentirse despreciados. Saben que son rechazados y no obstante se niegan a serlo».

Quizá pueda servir esta consideración de realismo, siempre respetuoso y tierno, para que la opción por los pobres no deje de lado la necesidad de su comprensión plena e integral; para que, quienes se acercan a ellos, o pretenden construir esfuerzos de todo tipo a favor suyo desde un romanticismo superficial, no abandonen pronto la tarea, asustados o expulsados por sus reacciones, comportamientos o maneras de ver el mundo, es necesario que el compromiso y acción con, desde y para las familias tenga lugar desde un corazón enamorado, desde una pasión que mueve, desde la ternura que conecta, de manera constante y permanente. «Ya que el amor cierra el paso a lo que traba, bloquea, pone obstáculo a lo esencial», dijo Wresinski. Necesitamos, pues, ver que esas visiones y acciones sean consideradas como un proyecto personal de vida, como una visión de compromiso tan serio y real que no se acabe cuando termine el romanticismo.

Se trata de que el amor por el más pobre nos convierta en compañeros de caminos difíciles, desde y con la voz de los pobres, no desde ese falso liderazgo que nos hace ponernos adelante, visibles y hablantes en un monólogo «sobre los pobres». En la realidad de los jóvenes, los pueblos indígenas, las mujeres víctimas de tanta violencia patriarcal, los desempleados, los abandonados, una visión actual desde Joseph Wresinski implica un esfuerzo más grande y más ejemplar que simplemente dar. «No basta despojarse, reconocerse en él, considerarle como a un igual. Hay que hacer de él un compañero privilegiado de cada día».

Basado en un postulado revolucionario

¿No es esta una demanda de Wresinski que implica realmente un sentido distinto de la vida? ¿No es este un postulado revolucionario que va más allá de cualquier revolución ocurrida hasta hoy? Porque dar en muchas situaciones se reduce al acto bondadoso de regalar algo, de participar en una campaña, de celebrar un determinado día y hacer regalos para la ocasión. O peor aún, dar se traduce en la limosna que calma conciencias y sucede en cientos de esquinas y semáforos de nuestras ciudades. ¿Cuántos de estas actitudes nos llevan a los cambios estructurales, institucionales y concretos que transforman la vida de quienes sufren la exclusión? Dar esas ayudas mínimas podría tener otro sentido si están acompañadas por campañas por el cambio de las leyes, por la transformación de las instituciones, por la conquista de derechos, por la fuerza de la verdad y de la justicia, por cambios en los sistemas. Mientras ese dar sea un acto aislado e íntimo, sin esfuerzos sostenidos y organizados junto a los excluidos y negados en sus derechos, no podemos esperar que la realidad sea otra. Cuando damos un regalo ocasional o participamos en una pequeña recolecta de juguetes o regalos, no estamos siendo compañeros de quien sufre, como lo plantea Joseph Wresinski, porque no estamos construyendo camino con él o ella.

Reconsiderar la acción política

Otro aporte pleno y vigente se encuentra en el hecho de que podríamos empezar a aprender y a sentir que nuestra fortaleza como personas y como instituciones no se encuentra en el acceso al poder de las maneras como nos enseña la cultura política dominante. Cualquier institución, pública o privada, puede asumir la visión de Joseph Wresinski, en el sentido de buscar y desarrollar su fuerza en otros ámbitos que no son los del poder, el dominio y las formas patriarcales de nuestras sociedades. Las instituciones que asuman la humildad y la ternura como valor y práctica cotidiana pueden llegar a ser como ese modelo de iglesia que él planteó, «pobre y sirviente», contra la que nadie puede.

En consecuencia, podemos afirmar que una nueva manera de ser y hacer, como personas y como instituciones, puede ser también una fuente para revolucionar la manera de hacer política. No porque vayamos a cambiar las leyes electorales o los partidos políticos; se trata de ir más allá de eso, más al fondo de la misma sociedad. Se trata de un cambio más profundo y necesario en el ejercicio de la política. Es allí donde Joseph Wresinski nos impele a que podamos sentirnos sujetos políticos, pero con otra identidad, con otro sello: el del amor verdadero. Nos dice, por ejemplo: «el tener que reavivar constantemente el amor a los marginados hace que los cristianos sean incapaces de adoptar la maldad que reina a menudo en el mundo política». Y enriquece esto con otra expresión que no puede faltarnos a la hora de comprender su pensamiento social: «El cristiano se ve obligado a tergiversar la justicia que se predica en el mundo. No propone un poco más de justicia, un paso más hacia la justicia. Propone otra justicia, una verdadera inversión de prioridades».

¡Más claro no puede ser! Otra política y otra justicia son demandas que el amor cristiano puede tener en su horizonte, y en su práctica concreta y cotidiana.

Así se manifiesta la aportación revolucionaria del padre Joseph Wresinski y ATD Cuarto Mundo para Guatemala: no se puede abandonar el horizonte de justicia, dignidad y derechos humanos donde los más pobres constituyan el centro de toda tarea y no queden fuera.

Una consecuencia de esta demanda es el hecho de que los derechos humanos dejen de reducirse a los derechos individuales y políticos y se coloque el acento en los derechos económicos, sociales y culturales. Todo voluntario o voluntaria tiene que ser, entonces, un auténtico defensor de los derechos humanos porque se coloca en el centro de la vida con los excluidos y desde ahí actúa.

El esquema de otra sociedad

Escuchemos otra vez las palabras de Joseph Wresinski: «Si se toma el punto de vista de los pobres y de los hombres en general todo se simplifica. Ver que se construye un voluntariado de todas las confesiones e ideologías es una necesidad fundamental para los hombres. Una necesidad y un derecho. El derecho de los más pobres a estar en el centro de todas las creencias e ideologías, y el derecho de los hombres a unirse a pesar de las diferencia».

Por supuesto que esto no es fácil, nada fácil. Principalmente en una sociedad como la guatemalteca, en la que se excluye de manera permanente la voz de los sectores más excluidos y silenciados históricamente. Ni a los más pobres, ni a los niños, ni a las niñas, ni a los jóvenes, ni a las personas con discapacidad, ni a las personas homosexuales, ni a los pueblos indígenas, entre otros, se les escucha con seriedad y atención legítima. Por eso, en esta demanda de Wresinski se encuentra uno

de sus postulados más revolucionarios para el hoy y el aquí de Guatemala: la necesidad de que la visión, la voz, la propuesta y la acción de las poblaciones más excluidas se convierta en agenda de diseño para otra sociedad.

Esta propuesta se convierte en una «revolución cultural» en la que las acciones por el cambio no son sólo aquellas que ocurren en el mundo de la política partidaria, en la que sólo participan los mismos de siempre, los que excluyen la voz de los menos incluidos en esas estructuras: los empobrecidos; un postulado que nos invita a un tipo de revolución que no piensa en armas o violencia, porque, como él afirmó, «la revolución cultural del cristianismo ataca las ideas recibidas, no a los hombres. Diría que no necesita violentarles».

Es urgente comprender todo lo anterior desde y para una realidad como la guatemalteca, en la cual la voz de los más pobres ha implicado la muerte, la descalificación, el desprecio y la violencia en todas sus formas. Desde el acto más sencillo, hasta las demandas políticas masivas, en Guatemala ocurre lo que Wresinski expresa como «se ataque a los hombres». No se atacan las ideas, sino a las personas que las edifican. Esa revolución cultural que se encuentra implicada en todo lo que expresamos en este artículo no sólo es urgente y necesaria, sino un desafío para quienes pretendan contribuir a poner los cimientos de una nueva realidad política, social y cultural. Porque necesitamos aprendizajes profundos y lejanos al discurso dominante que reduce todo al poder político, en Guatemala es imprescindible comprender los postulados, siempre vivos, de Joseph Wresinski.

ATD Cuarto Mundo en Guatemala es una comunidad de ternura, de propuestas, de dignidad desde y para los más pobres de nuestra sociedad. Si vinculamos su ejemplo con las palabras de su fundador, encontramos que también constituye una revolución silenciosa y profunda, una revolución que va caminando sin ser objeto de focos o cámaras, una revolución fuente de sentido y de inspiración para quienes desean aprender a construir otra sociedad.

Carlos Aldana Mendoza

Nacio en 1960 en Ciudad Tecún Umán, San Marcos, Guatemala, Carlos Aldana Mendoza, Doctor en Ciencias de la Educación, estudió pedagogía en la Universidad USAC de Guatemala y en la UNAM de Ciudad de México. Está especialmente interesado en la educación popular. Fue viceministro de Educación en Guatemala.

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